84 viviendas: Adriana, la empleada doméstica que soñó con su propia casa y quiere saber la verdad
La mujer que se turna con sus hijos para que no le usurpen su vivienda quiere mudarse. Le cobraron hasta para instalarle el agua y las cloacas que ya estaban pagas. Ahorra para "ir haciendo cositas", pero no llega a fin de mes.
El jueves 24 de mayo, un grupo de vecinos se reunió en el obrador de las 84 viviendas. El día anterior se había conocido la noticia que dejó a David Castañares fuera de la casa que le correspondía en el barrio. Era una de las que habían sido destinadas a discapacitados y la sola presencia de un nuevo ocupante causó indignación entre los que resisten a la espera de una solución.
Hay casas que ya están habitadas, otras que están al cuidado de terceras personas y el resto, en riesgo porque por algún motivo nadie se ha acercado a conocer su estado. El temor mayor es que no se respete el listado de suplentes sorteados.
Esa mañana, Adriana invitó a la periodista a recorrer la que será su vivienda si es que algún día logra terminarla. Pidió un picaporte prestado porque “siempre lo lleva en la cartera" y esta vez no lo tenía.
Abrió la puerta con la llave que le entregaron en diciembre de 2023 y luego comenzó a mostrar todo lo que le falta. A ella no le pusieron la mesada, las aberturas y tantos otros materiales que las unidades más avanzadas ya tienen colocadas. Por número y ubicación está entre el grupo de las “inhabitables”.
Su experiencia hasta el momento ha sido un rosario de mentiras. Tuvo que pagar por tareas que ya estaban concluidas, certificadas y abonadas a la empresa ALFA. No sólo eso: como todos guardó mucho tiempo de silencio por temor a que “no le den más nada”.
Las reuniones en el barrio sufren del mismo síndrome: la división y el enfrentamiento que se generó entre aquel grupo que celebró y aplaudió porque por primera vez la adjudicación y la oportunidad llegaba con inscripción previa y sorteo.
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