#Anuario2020 La nueva normalidad también afectó a La Opinión: ya no estamos en papel, pero #estamos
El 8 de abril de 1992 nació La Opinión Semanario. 28 años después fue publicada la última edición impresa. Fue el fin de una era, pero el comienzo de otra. Después de todo, la audiencia siguió reclamando de nosotros lo único que sabemos hacer: periodismo por periodistas, siempre con la versión original de los hechos.
“No hay papel”, dijeron desde la imprenta. Había comenzado el aislamiento y La Opinión tenía mucho para contarles a sus lectores sobre esa primera semana desde que Alberto Fernández anunció un confinamiento que era por 15 días y duró casi nueve meses.
“No hay papel”, decían. En la redacción nos mirábamos atónitos: en San Pedro, con Papel Prensa humeando en el extremo este, más allá de La Tosquera y contra el riacho, no se puede decir que no hay papel. Pero no había. Además, los medios de todo el mundo señalaban que el insumo fundamental de los diarios podía albergar el virus y, por otra parte, ¿cómo repartir el semanario sin exponer al personal, a los suscriptores que lo tenían que recibir?
No había papel, okey: pero no podía no haber La Opinión. En la edición 1459 del 25 de marzo de2020, Lilí Berardi pidió mil cuatrocientas cincuenta y nueve disculpas. Era la primera vez en 28 años que este semanario no se imprimía. Pero llegó a los suscriptores: el ejemplar estaba tal cual se hacía todas las semanas, pero en formato PDF, para leer en el celular, en la tablet, en la compu. Incluso para imprimirlo, porque hubo quienes no podían leerlo de otra manera. “Compartilo”, decía en una tapa amarilla que pedía “quedate en casa”. Era gratis, por cierto.
Para la semana siguiente, la situación era la misma: otra vez, edición en PDF. El miércoles 8 de abril, en el aniversario número 28, La Opinión Semanario editó su última tapa: la roja, esa que unió en la forma de un cursor de la computadora esa fecha con aquella en la que la primera edición ganó la calle. “Gracias a todos”, decíamos. Lloramos, si.

La idea venía dando vueltas hacía tiempo: la venta de ejemplares caía, como en todo el mundo; los suscriptores también; los anunciantes buscaban nuevas alternativas; las lecturas en la página web crecían a diario, el impulso de las redes sociales modificaba los hábitos de consumo de los bienes culturales –qué otra cosa son, si no, las noticias– y el público se sumaba con creciente interés a los nuevos contenidos interactivos. Sabíamos que ese era el camino y lo veníamos transitando pasito a pasito desde hace más de una década y media, siempre con la edición impresa de La Opinión como nave insignia junto a la emisión semanal de Sin Galera.
Y un día hubo que cambiar, tomar la decisión, precipitar el camino que habíamos comenzado a recorrer, profundizar la veta digital –con el modelo de LaNoticia1, que nació en la web–, asumir que era en la web donde íbamos a seguir siendo lo que ya éramos: la publicación de referencia sobre las cosas importantes que pasan en San Pedro.
Cuando dejamos de diagramar la edición impresa comenzamos a producir el Newsletter de La Opinión. Los martes de cierre seguían vigentes para nosotros. Los miércoles en los que “doblamos la semana en dos”, también estaban para los lectores. El resumen de las noticias más importantes de la semana, la profundización de los temas y el relato conciso pero certero de los temas relevantes seguía disponible para nuestros lectores.
Creamos así la comunidad de suscriptores de La Opinión. Les dijimos que ahora los necesitábamos. Les preguntábamos si acaso seguíamos siendo útiles. Les pedimos que se sumaran a un sistema colaborativo mediante el que podían abonar una suscripción mensual con monto a elección para a cambio recibir contenido exclusivo. Ese acompañamiento nos permitió seguir haciendo lo que más nos gusta donde más nos gusta.
Así nació, también, el nuevo formato de La Guía Club: una revista mensual con la información comercial más completa de la ciudad, con historias maravillosas de gente común que a diario, con sus pequeñas acciones, hace grande a este pueblo.
Entendimos que lo que teníamos que hacer era lo de siempre: periodismo por periodistas. Y comprendimos, gracias a nuestros lectores, que hacíamos falta. Nos vimos necesarios en la vida cotidiana de una ciudad que estaba encerrada, preocupada por el avance de una pandemia, de una enfermedad desconocida. Supimos que teníamos que estar, por eso nuestro lema fue #Estamos. Porque aunque la edición impresa había –uff, qué difícil decirlo así– desaparecido como había sido concebida en 1992, los lectores estaban ahí, ávidos de saber lo que pasaba, y nosotros estábamos acá, listos para hacer todo lo que hubiera que hacer para contarlo.

Por eso acompañamos durante una semana a la policía y al perro Bruno en su búsqueda del femicida Roberto Romero. A campo traviesa, de noche, enterrando los pasos en bosta de vaca, saltando de rama en rama para cruzar un arroyo, temblando de frío en la chata de una camioneta a la medianoche, cuando terminaba la jornada de rastreo, siempre en vivo a través de Facebook, porque nosotros estábamos ahí, en el terreno, y ustedes estaban del otro lado, esperando saber qué pasaba, acompañando las transmisiones, pidiendo que nos cuidemos, deseando que la tarea de los perros terminara con el prófugo detenido.
El récord de espectadores que Sin Galera & La Opinión lograron en esas transmisiones puso, una vez más, a nuestros medios como líderes indiscutidos en la región. Ninguna fanpage periodística había logrado algo semejante en la zona. Semanas después, rompimos ese récord durante las transmisiones de las conferencias de prensa del Gobierno para anunciar casos de coronavirus COVID-19.
Eran miles los que esperaban el momento. Enviaban mensajes por inbox o por WhatsApp para consultar a qué hora era el informe. Y cuando comenzábamos las transmisiones, antes de las conferencias de prensa, allí estaban: miles de ustedes pidiéndonos que nos abriguemos, que nos cuidemos, atentos a los anuncios, celebrando nuestras preguntas, sintiéndose parte de la interpelación a los funcionarios. En la mesa de la cena, en el trabajo esencial, en el living familiar, en el celu, en la compu en el televisor donde tienen conectado Facebook, La Opinión& Sin Galera estaban en cada hogar, en medio de la crisis. Como siempre.
Los sábados Sin Galera, a través del aire de APA, llevaban, como de costumbre, la información, el análisis, las entrevistas que permitían entender qué pasaba. La pandemia, que dejó a muchos sin posibilidades de trabajar, acercó a Liniers 71 a Nix Evolution, la productora de la familia Bultri, que propuso transmisiones vía streaming a través de YouTube, una iniciativa que permitió que el programa esté disponible de inmediato en todo el mundo.
El ritual de los sábados, de encender la radio “para escuchar a la Lili”, se transformó para muchos en “prender la tele”: ahora el canal de YouTube de Sin Galera transmite y permite repasar todo lo que ocurre en el programa, con producciones especiales, informes audiovisuales que se disfrutan en video pero se comprenden en radio, y una presencia cada vez mayor en redes sociales, que también nos llevó a Instagram.
Allí, en la red de las fotos y la alegría, La Opinión Deportivo encontró un camino para producir material alternativo a los contenidos habituales de seguimiento de la actividad deportiva, con especiales, entrevistas y el rescate de historias del desarrollo deportivo local.

Toda esa nueva incursión en la creación de contenidos digitales cristalizó en la decisión de renovar la página web. Más moderno, ágil, con más aire y con mejores posibilidades de lectura, el portal de noticias más leído de la zona norte de la provincia de Buenos Aires presentó nueva estética. Con más contenidos audiovisuales, un despliegue informativo único en su tipo en la región y el compromiso de siempre: somos periodistas y hacemos periodismo, con la versión original de los hechos, confiables, equilibrados y con las voces de todos los protagonistas.
“Bienvenidos. Una nueva era de La Opinión acaba de comenzar”, anunciamos. Y allí estaban nuestros lectores, nuestros suscriptores, nuestros anunciantes, todos los que nos hicieron entender que el duelo al que habíamos asistido por discontinuar la edición impresa era el impulso necesario para una nueva etapa.
Si todo fin confluye en un principio, 2020 fue también para La Opinión un año de replanteamientos, de quiebre, de reconfiguración. Terminó una etapa y nació otra. La “nueva normalidad” también nos afectó a nosotros: ya no estamos en papel, pero estamos.
Es que, pensándolo bien, al final, siempre estamos dando vueltas sobre lo mismo: los medios de comunicación son una institución moderna que nació para satisfacer las necesidades de información, entretenimiento y compañía de la comunidad.
Y aquí estamos, ustedes y nosotros, juntos, haciéndolo posible, a pesar de las adversidades, los enojos, las diferencias, compartiendo alegrías y tristezas, incomodándonos, tirando, después de todo, del mismo carro: el del pueblo en el que todos los días elegimos vivir y para el que queremos siempre lo mejor.
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