#Anuario2020 Ser adolescente en pandemia: la escuela, los sentimientos, los miedos y dudas
Reflexiones, vivencias, dudas y consultas profesionales de una periodista que cumplió 14 años durante 2020, el año que vivimos en pandemia.
-Por Juanita Lafalce
Este 2020 aparentaba ser un año como cualquier otro, común y corriente, lleno de metas y sueños, pero ya las noticias internacionales nos informaban que eso no iba a ser tan así, la llegada de un nuevo virus se asomaba por Wuhan, China: se trataba del COVID-19. La mayoría de nosotros no le dio importancia. “Está re lejos, no llega hasta acá”, nos escribíamos en el grupo de WhatsApp, entre memes y risas.
Empezó marzo, el virus continuaba activo, cada vez eran más infectados, se había expandido por casi toda Europa, ya España había declarado el inicio de su cuarentena y Francia e Italia iban por el mismo camino. “¿Vieron que declararon cuarentena en España?”, seguíamos en contacto, aunque ya, sin tantas risas.
Así pasó, exactamente el 3 de marzo se confirmaba en Argentina el primer caso de coronavirus, anunciaban los medios de comunicación nacionales. Estábamos a una semana de comenzar las clases y nadie entendía qué iba a pasar, cómo nos íbamos a organizar o si debíamos asistir a la escuela. Empezó el caos. En lo personal, mis compañeros y yo asistimos tres días a clases. Todos estaban preocupados, los profesores y directivos no sabían qué iba a pasar, los rumores habían comenzado.
El sábado de esa misma semana, el 19 para ser más específicos, el presi- dente de la Nación, Alberto Fernández, anunció un aislamiento social, preventivo y obligatorio hasta el 31 de marzo. Desde la escuela los directivos enviaron el comunicado diciendo que no se iba a poder asistir hasta el 31. “Bueno, son 15 días, ya fue”, pensamos. Cuando empezamos a ver que esto seguía extendiéndose, los profesores recurrieron a las aplicaciones Classroom y Zoom.
Classroom sirve para crear o unirse a diferentes salas, los profesores las creaban y nos mandaban un código de invitación, ahí nos enviaban lo que teníamos que hacer por el tablón, que es, para que lo entiendan más simple, como las publicaciones de Facebook, y luego les entregábamos la tarea; Zoom sirve para hacer video conferencias, yo no tenía ni idea que existía hasta que empezó la pandemia. Hay que ser sinceros: las primeras semanas fueron terribles.
Intenté ocupar mi tiempo y mis pensamientos en ayudar a los otros desde mi lugar, creando videos para enseñarles a los adultos mayores, los más vulnerables en este caso, acerca de cómo utilizar la tecnología, y cómo entretenerse en sus tiempos libres. Era una ayuda para ellos y satisfacción para mí. Cantamos el Himno todas las noches y lo transmití para que logren verlo desde sus hogares a través de las redes de Sin Galera.
Los días, las semanas, los meses, comenzaron a transcurrir llevándose un año que fue atípico para todos, y digo llevándose porque acabó con sueños, como los cumpleaños de 15 de muchas chicas, la promo 2020; desgraciadamente, lo más doloroso fue perder demasiadas vidas de vecinos, amigos, conocidos, familia- res, que no volverán.
Nos fuimos adaptando a todos esos dolores y se nos fue haciendo muy rutinario el hecho de no encontrar- nos, de no abrazarnos, de encerrar- nos en nuestra habitación a esperar que los días pasen y esto se termine. Pasó a ser normal estar encerrados en nuestras cuatro paredes y mirar para afuera dándonos cuenta de lo lindo que era encontrarnos con amigos, estar en una plaza, tomar mates o simplemente salir a hacer mandados.
Consultas y pedidos de consejos a una profesional
Ya terminando el año, todavía tengo muchas preguntas en la cabeza que no podía resolver yo sola, por eso me comuniqué con dos profesionales, las cuales me brindaron unos minutos de su tiempo para ayudarme. Una de ellas es la psicóloga de niños y adolescentes Liliana Marión.
La primera pregunta que le hice fue si realmente aumentaron las consultas este año: “Este año con la pandemia y el con- finamiento que nos tocó atravesar, aumentaron las consultas y, quizás, modificó un poco el motivo, más dirigido hacia trastornos de ansiedad, de angustia, miedos, bastante más relacionados con el tema del COVID, miedo a la enfermedad, a la muerte. Tenemos que diferenciar los distintos periodos: no es lo mismo el niño pequeño que tiene entre6 y 12, el preadolescente y el adolescente, son distintas instancias y distintas maneras de comprender la situación. Los niños más pequeños entendían menos, entonces su capacidad de procesar era más concreta, estaban esperando a que viniera el COVID. En los más grandes, que sí entendían un poquito más, el temor estaba presente y a veces no poder manifestarlo o no tener el lugar para compartirlo dificultaba. Muchas ve- ces los chicos tienen trastornos de ansiedad, angustia, de miedo, pero lo van tramitando los distintos lugares, en la escuela, en los deportes, en las actividades extraescolares, en salidas, en ir a visitar a los abuelos, los parientes, pero todo esto fue complicado, se cerró y el niño quedó sin poder elegir qué hacer.
Hubo una bajada de línea en donde nadie podía salir y los niños fueron los más perjudicados, porque los adultos salíamos hacer mandados, o quienes siguieron trabajando se- guían en la actividad y seguían en ritmo. Como en la actividad escolar: dejaron de ver a sus compañeros, empezaron las nuevas modalidades como el Zoom, entonces todo eso hizo que un montón de pequeños, de golpe, estuvieran atravesando un montón de situaciones nuevas y que los padres terminan consultando, que en una situación normal quizás no hubiesen llegado nunca a la consulta”, me explicó. “Lo qué pasó al principio es que la psicología no estaba dentro de los profesionales habilitados para atender, con lo cual los primeros meses se dificultaba la atención. No se podía ir a los consultorios. Hasta que empezó a funcionar la modalidad online, que también llevó su tiempo y con niños pequeños es bastante difícil, porque se trabaja mediante juegos, dibujos y con una pantalla de por medio es bastante complicado”, agregó.
– ¿Cómo ves que les afectó a los adolescentes este tiempo de encierro?
-Para los adolescentes fue un cambio rotundo en su forma de vivir, de vincularse de manejarse. Se perdieron las cotidianeidades necesarias y típicas de este periodo. Este particularmente es un periodo donde el contacto con los pares es sumamente importante y necesario. Estar, hablar, de esa manera se tramitan un montón de ansiedades, de angustias, propias de la edad de miedo, los cambios propios de ese momento se transitan con los pares, más allá de que los adolescentes requieren un acompañamiento de un adulto, padre, madre, un amigo, los profesores de las escuelas, etc.
-Muchos estaban atravesados por el miedo, no tanto el miedo a la enfermedad propia. Como siempre se planteó que los jóvenes eran de menos riesgo, entonces el temor de ellos era ‘bueno, si yo me contagio voy a generar que mi abuelo, mi abuela’, si había un familiar cercano con alguna patología de base también. Vuelvo a lo mismo: al perder todos sus espacios de vinculación, primordialmente en la escuela, en la cual al principio lograron cierta adherencia a la forma de manejarse por distintas vías, pero después a los profesores les costó mucho que se sostuviera este espacio virtual. Hay gente a la que le gusta estar aislado, pero en general somos seres socia- les, y en la etapa de la adolescencia se está esperando el fin de semana para salir, entonces todo eso se vio anulado todo este periodo.
– ¿Puede traer consecuencias para aquellos que no pudieron tener una sociabilidad?
-De alguna manera para todos va a traer consecuencias. Todo va a de- pender de si las consecuencias las viven positiva o negativamente, va a depender de las características de su personalidad. En mayor o menor medida todos atravesaron la falta de sociabilidad, quizás eso puede funcionar como un aliciente porque estaban todos en la misma, no es que algunos podían salir y otros no. Creo que el hecho de que haya sido generalizado ayudó, no es que uno se quedó sin viajar a Bariloche, fue todo el grupo 2020 que se quedó sin ir, entonces con respecto a los chicos que vivieron el último año de la secundaria creo que todo hicieron el duelo por lo que no pudieron vivir.
–El tema más relevante del Covid era la muerte, algo que deja sin respuesta a muchas personas, y buscaba una explicación.
-Despedir a los muertos en este periodo en este tiempo de COVID, fue bastante difícil, no sólo para los adolescentes sino para todos. Hay ritos mortuorios que nos ayudan a empezar a despedir a la persona que amamos, el poder ver el cadáver, el velorio, llevarlo al cementerio, la compañía de todos los seres queridos, que aparezcan los amigos, un abrazo, un beso, todas esas cosas estuvieron bastante ausentes. Por lo que se refiere al dolor por la pérdida es exactamente igual para cualquier ser humano, quizás el tema del cierre para los adolescentes en particular es que probablemente sean sus primeras pérdidas. Quizás hubiese sido interesante que se armara protocolos, cómo se armaron para otros espacios, que pudieran dar lugar al acompañamiento de los deudos, espacios de contención en los cuales estar velando al muerto en determinados tiempos y que a su vez estén acompañados por sus seres queridos, para empezar a tramitar el duelo. Un duelo normal dura entre dos años y medio, tres y medio, pero es un periodo de tiempo en el cual yo elaboro mi pérdida”.
–Por último, le pedí un consejo para concretar vínculos perdidos
-No podría decir que se perdieron vínculos, en este periodo. Creo que cambió la forma de vincularse. Pero creo que lo importante es que podamos vivir todo este periodo como un espacio para poder crecer y que podamos encontrarnos para disfrutar, de estar juntos. Estaría bueno, lo digo como un ideal, poder transformar esto, esta experiencia, que tuvo un alto nivel de sufrimiento de distintas maneras, que la podamos metabolizar con quien crecer des- de este lugar, aprender a disfrutar, quizás a conectarme con el otro, al aprovechar cuando estoy con el otro. Creo que eso sería lo más importante, vamos a hacer de todo esto un gran aprendizaje y quizás esté bueno encontrarse con los cuidados necesarios, con distanciamiento social, con el uso del barbijo, pero encontrarse, reunirnos, conectarnos, a hablar, poder festejar los eventos festivos y poder acompañar en los momentos tristes,” finalizó.
Los adolescentes y la escuela
Otras de las grandes incógnitas de los que atravesamos años escolares era cómo lo íbamos a transcurrir, quiénes nos ayudarían a comprender los contenidos, quiénes ayudaban a aquellos que no contaban con las herramientas, si todos pasaríamos de año y cómo va a ser nuestro próximo ciclo lectivo. Por eso, me comuniqué con Lucía Barbieri, inspectora de nivel secundario.
Había muchos que tampoco tenían manera de ser contactados o familias de muchos integrantes con un solo celular. Fue, en ese sentido, un desafío bastante grande porque ahí nos dimos cuenta lo valioso y lo importante de la presencialidad
Al referirnos sobre cómo vio la trayectoria escolar este año nos contó lo siguiente: “Fueron bastante heterogéneas, por- que dependían mucho de la conectividad que cada uno tuviera, de los recursos. En ese sentido las escuelas se fueron adaptando, entonces hubo las que no pudieron trabajar desde la virtualidad, otras escuelas que necesitaron entregar todas las actividades en formato papel y después las devoluciones de los chicos, es decir cuando devolvían sus trabajos, que dependía también mucho de si no lo habían podido realizar, si hacían consulta o no.
Hace mucho tiempo se viene hablando de la educación en el uso de la tecnología, de implementar las tecnologías en los procesos de enseñanza. Creo que fue una cosa muy obligada, muy rápida y que requirió una respuesta rápida, en ese sentido, yo siempre lo que res- cato es la velocidad de adaptación que pudieran tener los docentes y las instituciones en general a la situación, porque era una situación de muchos desconciertos, donde no abundaba demasiada la in- formación que nos llegaba desde los niveles centrales y sin embargo fueron las propias escuelas las que pusieron en marcha todo el proceso con sus equipos docentes. Eso fortaleció, por más que el desgaste es mucho, a las escuelas en cuanto a la organización y a la capacidad de trabajo en equipo”.
Pausa, voy a reflexionar
En mi opinión, como ya sabemos, fue un año complicado en lo económico: muchas familias se quedaron sin trabajo, que era con lo que pagaban internet o crédito para el celular. Claramente era preferible pagar la comida que internet. También hay chicos que simplemente no tenían una computadora o un celular para estar al tanto de las clases y simplificarle al profesor o al maestro la comunicación entre ellos. Se volvió difícil este año, pero más complicado será el año que viene para aquellos que no entendieron nada, porque más allá de que algunos maestros trataron de alcanzarles los trabajos a su casa, ¿cómo comprende un alumno sin la explicación o la ayuda del docente? Muchos de ellos tuvieron que tratar de aprender solos temas nuevos, porque sus papás no están capacitados para enseñarles algunos temas que capaz que ni conocen o tampoco tenían el tiempo porque estaban trabajando. El tema de la educación fue para algunos pocos y me pongo en el lugar de esos chicos a los cuales siempre la educación escolar se les hace difícil alcanzar y ni hablar de aquel chico que además de ir a educarse va a obtener su almuerzo o merienda.
Otra cosa de la cual no me olvidé es ¿qué pasó con los alumnos de 6°?
“Bueno, yo soy profe sexto año de una escuela secundaria. Al menos en las estatales todas las escuelas se enfocaron, y además fue una directiva del nivel central, en los egresados. Hubo propuestas que los pusieron de alguna manera en el centro de la escena, se desarrollaron acciones o líneas de trabajo para que impactaran directamente en ellos, con actividades propia- mente diseñadas para ellos. Creo que es complicado porque nosotros venimos con una cultura ya en la que el sexto año siempre es muy importante o el quinto año de antes, porque implicaba el viaje de egresado en algunos casos, el baile, la entrega de diplomas, ahora lo que estamos enfocados precisamente en eso, en poder darles a todos y todas acto de colación, que puedan rescatar toda la historia de ellos en la escuela. Fuimos realizando durante el año acciones para sostenerlos y que no se perdiera el vínculo, y fueron los chicos de sexto año, en la mayoría de las escuelas, con los que menos desconexión hubo, el nivel de respuesta fue muy alto”, señaló.

Se terminó, como el año
Puedo comprender que fue un año especial para todos. Fue un tiempo para pensar, para reflexionar, fue un tiempo para soltar todos los sentimientos que teníamos guardados, para llorar, reír, gritar, para darnos cuenta quién estaba para apoyarnos y ver a quién realmente teníamos que cuidar para no perderlo. Porque ser adolescentes y no tener responsabilidades como los adultos no significa que no estemos cansados o tristes. A veces me frustro porque no me sale algo, discutí con alguien o tengo esa necesidad de expresarme, no sólo de una manera feliz, porque a veces tengo la necesidad de llorar sin una razón “importante”. Porque ocho meses encerrados, mirando el techo y diciendo “Ya fue”, el cual no guardaba un simple “no importa”, era más profundo que eso, y por ahí guardaba un “te quiero ver”, un “no quiero hablar”, un “ya no quiero saber más nada” o un “perdí esa oportunidad”, porque en un año teníamos planeado un montón de cosas que no pudimos concretar.
Aun así, a pesar de todo, siempre hay algo bueno que podemos des- tacar. En lo personal, no creo que haya sido el peor año. Fue un año para reflexionar, pensar y valorar lo que tenemos, porque no es lo material lo que nos llena, pero sí un mensaje preguntando “¿cómo estás?” o un “te extraño”, que son los mensajes que te alegran y te llegan el alma.
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