Brenda Rojas: del barro a la luna, de Las Canaletas a Tokio
La historia de la única deportista sampedrina que competirá en los Juegos Olímpicos, en la última edición de La Guía Club por los 114 años de San Pedro Ciudad.
Los Juegos Olímpicos Tokio 2021 tendrán entre la representación argentina a la sampedrina Brenda Rojas, de 25 años. El canotaje es su deporte. Las Canaletas, su casa, su barrio, su lugar en el mundo.
Brenda cumplirá su segunda aventura olímpica tras la experiencia de Río 2016 y es la primera palista argentina en participar de dos Juegos Olímpicos. Esta vez, para llegar tuvo que remar más de lo previsto pero se quedó con la plaza de Argentina en K1 200 metros y allí va, una vez más, como el libro del poeta local Aníbal de Antón, del barro a la luna.
Brenda tiene muy presentes sus orígenes en el humilde barrio que la vio crecer. Ese sitio que hoy es un paseo obligado para sampedrinos y turistas pero que alguna vez fue el primer asentamiento precario de la zona, cuando todavía estaban las canaletas a las que debe su nombre dispuestas entre las barrancas y el río para cargar los barcos en ese antiguo puerto.
Para ella, Las Canaletas es su lugar en el mundo y allí volvió tras la competencia en Hungría que la consagró para los Juegos Olímpicos porque necesitaba, como le dijo a La Opinión, “tener un poco de paz”.

En el barrio, pibes y pibas la tienen como una referente. No solo aquellos que van a remar al riacho en la escuelita de la cooperativa donde ella misma hizo sus primeras armas en el canotaje. También los demás, los que ven en su ejemplo que el esfuerzo y la perseverancia tienen recompensa.
“Las Canaletas es mi barrio, donde nací, me crie y por suerte se da el deporte que tanto me enganchó. Para mí es todo, es mi barrio de toda la vida”, aseguró antes de partir hacia Portugal, escala previa para la concentración que precedió al vuelo a Japón para la competencia máxima.
Brenda era chica cuando el nieto del recordado artista Juanjo D’Estéfano, otro ícono de Las Canaletas, pasó para vender rifas para sostener la escuela de canotaje de la cooperativa y la invitó.
Para ella, en ese momento, remar era “desenchufarse por completo”. En aquellos tiempos eran un grupo de amigos del barrio que no solo remaba. Jugaban al fútbol, tomaban mates, compartían la vida cotidiana en el camping Las Canaletas como punto de reunión del barrio.
La escuela de canotaje de Las Canaletas es humilde, como ese barrio que creció y se urbanizó gracias al esfuerzo sostenido de vecinos que forjaron una identidad a prueba de todo.
Como dice Brenda Rojas, la escuelita no tiene la mejor rampa ni los mejores botes, ni un gimnasio equipado ni muchas comodidades que tienen otros. Pero está en el patio de la casa de chicos y chicas que, gracias a ella, ahora saben que desde allí también se puede conquistar el mundo.
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