Carina: más que la charla del psicólogo de género y la bolsa de mercadería necesita una oportunidad
Asignación, pensión, refugio, bono de 2000, bolsa de mercadería, caja con alimentos de la escuela, sesión de terapia una vez por semana, son sólo alguna de las preocupaciones que una mujer víctima debe albergar antes de acceder a una oportunidad de trabajo o techo que le permita valerse por si misma.
-Por Lilí Berardi
Carina, Marta, Ludmila, Mariana, Blanca, María Fernanda, María del Carmen pueden ser los nombres de todas y cada una de las mujeres que sin trabajo ni recursos propios afrontan el absurdo de destinar gran parte de su energía para buscar atajos que les permitan sobrevivir y alimentar a sus hijos.
El caso de Carina sacudió la modorra de La Opinión. Hace tres décadas atrás cuando aún era habitual calificar hechos de violencia de género como “conflicto pasional”, nos ocupábamos personalmente de esas víctimas a las que lo primero que hay que reconstruirles es el amor propio y la fortaleza para afrontar una nueva vida lejos de su victimario.
Hoy, en medio de la confusión que se pretende instaurar como modalidad para la exclusión del hogar de papás a los que hasta se les impide por meses o años ver a sus hijos “hasta que la justicia determine” apelaremos una vez más al razonamiento sereno y el redireccionamiento de la verdadera solidaridad en la que debe participar el estado.
No basta con destinar cuarenta y cinco millones de pesos, alquilar un inmueble y nombrar personal en una Secretaría de Género para alimentar la fantasía de soluciones que no defienden a mujeres y niños de la condena de mendigar y peregrinar para rehacer sus vidas.
El viernes, una mujer que aún no ha cumplido cuarenta años y que acarrea un changuito con una baba bajo el sol donde una mamadera cargada de agua es lo único que tiene para volver a casa, quería conseguir un trabajo. Tomamos los datos, la consultamos sobre sus fortalezas y le indicamos que estaban buscando personal para un restaurante que está pronto a inaugurar.
Al alzar la visa, mostró su sonrisa con un desdentado prematuro, el pelo crespo y recogido, la ropa con señales de uso intenso. “Nadie la va a tomar si va con una beba” pensó quien esto escribe. Allí sobrevinieron las preguntas para ir más allá -como siempre que alguien llega a nuestras oficinas y necesita algo-.
Carina era una nena cuando a sus once años llegó a una frutería y verdulería donde ayudaba a seleccionar la mercadería hasta que cumplió 17 y llegó el primer embarazo. La crianza de cinco chicos que hoy tienen entre 16 años y un último de 18 meses le requirió todo su tiempo. “La mujer es para estar en la casa”, repetía su última pareja cada vez que ella informaba que el dinero no alcanzaba para llevar una vida medianamente agradable (no decimos placentera, tampoco feliz).
Paga 10.500 pesos de alquiler por un departamentito de esos #todojunto que tienen pieza, cocina y baño en poquitos metros cuadrados y que en enero costará 18.000 según le ha informado el propietario. Su ex pareja le deriva otros seis mil por mes para el sostén de los más chicos y con la AUH (Asignación Universal por Hijo) pagaba la renta hasta el mes pasado cuando tuvo que optar por saldar su deuda con el almacén donde le fiaban mercadería.
Carina relata que las discusiones eran frecuentes pero que “una sola vez hace dos años, él le levantó la mano y le partió el labio”. El trabaja de remisero, ella lo esperaba en esa casa pero entre ambos y las ayudas de Desarrollo Humano una vez al mes con una bolsa de mercadería más la caja de alimentos que entregan en las escuelas al menos se comía.
Hasta hace diez meses las discusiones eran frecuentes y varias veces ella le dijo que se vaya de la casa, que “era mejor estar separados” pero “como él no se quería ir” le aconsejaron ir a la Comisaría de la Mujer “y que haga una denuncia por violencia de género”. Allí empezó su “salvación/calvario”. Estuvo cinco días en el refugio hasta que la policía logró que el papá de sus niños se fuera a vivir con su padre en Baradero.
“Los dos más grandes están con el papá”, relató ese viernes, mucho antes de que le propusiéramos resumir su historia en el programa Sin Galera con el único propósito de mostrar cuanto invierte el estado para no obtener más resultado que una nueva desgracia, una preocupación más profunda, una nueva cuota de necesidades.
Cuando ya estaba sola comprendió que la pensión que había gestionado como discapacitado para su marido la privaría ahora de cualquier otra ayuda puesto que es él quien recibe una suma mucho menor a la anterior porque se trata de un porcentaje de lo que cobra “en blanco”. “En Anses ya me dijeron que no pueden hacer nada mientras él cobre la pensión”.
Tampoco puede tomar más créditos de los que anuncia el gobierno. Desarrollo Humano dejó de entregarle la bolsa con mercadería una vez por mes porque ahora es la Secretaría de Género la que se hace cargo, siempre y cuando vaya a la “reunión con el psicólogo una vez por semana”. Ella está agradecida porque “es lindo lo que dicen ahí de las mujeres” que son maltratadas. “A veces se me hace imposible ir pero igual me dan la bolsa”. Aclara que esa bolsa es la única que tiene azúcar y que es eso lo que más necesita porque en las cajas de la escuela vienen otras cosas que no le rinden para todo el mes.
A la noche no se cena. A veces un paquete de salchichas con fideos porque para el almuerzo manda a sus hijos a un Centro Educativo donde de lunes a viernes les sirven un plato con alimentos “aunque no les gusta mucho la comida”. Sábado y domingo se complica; un feriado largo, ni hablar. Ese viernes estaba todo cerrado porque habían decretado el asueto del Día del Trabajador Municipal.
Dos veces le dieron un bono de 2000 pesos para “ayudarla”. Ese bono miserable es el que otorga la secretaría que tiene cuarenta y cinco millones al año. “Ahora no lo dan más pero me dicen que me van a ayudar con el alquiler que ya lo pasaron pero que todavía no salió”. Carina no tiene feriados ni horario de 8 a 14 para resolver sus problemas.
-No salió de dónde?, preguntamos intrigados. No sabe, nunca le explicaron de qué modo acceder a los cinco o seis mil pesos que a veces reciben algunas víctimas para pagar alguna piecita en la que irán a dormir con un familiar o hacinadas con sus hijos o “enamoradas” de otro que les pueda dar albergue hasta que todo se arruine otra vez.
Para el sostén de Carina el estado ha inventado todo, pero sus hijos no comen folletería, protocolos, actos ni marchas. Hay una ordenanza de esas que promueven con plata de todos contratar un cupo de víctimas de violencia, otro de trans, otro… y así, sin pensar que el primer escalón para salir de un infierno humillante es reconstruir la autoestima. Esa de la que tanto hablan los psicólogos cuando diagnostican una depresión de las que requieren medicamentos aunque salud mental sea materia pendiente para los más pobres.
Luego alguien dirá “para que tuvo tantos chicos si no los va a mantener” o incluso agregará comentarios tales como “no quieren trabajar porque viven de planes y se ponen de novio con cualquiera para conseguir un techo”.
Reiteramos, esta es solo una historia. Tenemos cientos de actos discriminatorios como este porque claramente Carina tiene un nuevo amo que la oprime: el estado que dice que la va a salvar.
La bolsita, el bono, el subsidio sirve para los primeros días; después necesita una oportunidad. Necesita un jardín maternal para dejar a sus chiquitos e ir a trabajar; un dentista para recuperar su sonrisa; una asistente social que le indique cómo y con qué debe alimentar a sus hijos; una escuela que este abierta doce meses mañana y tarde. Y si es posible, necesita que nosotros pongamos en blanco sobre negro la hipocresía con la que los comisariatos del lenguaje inclusivo generan nuevas víctimas cuando las hacen esclavas de la dádiva a perpetuidad. Son mujeres resilientes; PUEDEN.
NOTA: Carina necesita trabajo, su teléfono no funciona con whapp. Si alguien puede ofrecerle un trabajo debe comunicarse al 3329 384767.
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