Casona de Las Heras y Rivadavia: otro atropello al patrimonio edilicio que "se clausura" después de la demolición
Pusieron la faja de clausura cuando pocas paredes quedaban en pie. Lo peor es que, como en otros casos, ya no hay vuelta atrás. El proyecto es para otro edificio y sin que se sepa cómo logran aprobar con tanta carencia de servicios como agua y cloacas. La Ordenanza "San Pedro 2000" sigue a la espera de su reemplazo.
La casona de Las Heras y Rivadavia permaneció cerrada durante décadas. Con sus altas paredes elevadas con ladrillos de 45, sus puertas y ventanas de “buena madera”, molduras que fueron hechas a mano, herrajes que ya no se fabrican e historias que no se repiten. A pocas cuadras del centro se convirtió en fiel testigo del avance del tiempo, de los cambios de la fisonomía de la ciudad con casco céntrico e identidad de pueblo.
Cuando un cerco de chapas usadas (prolijamente lijadas y pintadas de rojo por los obreros) rodeó la antigua construcción, que perteneció a la familia Príncipe, muchos sampedrinos temieron lo peor, hasta que finalmente sucedió lo peor.
Con un grupo de trabajadores comenzó la demolición y cuando todas las aberturas de madera estacionada y vidrios repartidos fueron removidas de la construcción, se cargaron en un acoplado, apilando los recuerdos con quién sabe qué destino para una venta ventajosa.
Muchos de los vecinos que pasaron por el lugar se asombraron al notar el vacío que dejaba la casona, y el mismo abismo se abría en el patrimonio histórico y la construcción sampedrina. Casi con una mueca burlona, los obreros que tumbaban al ritmo de las mazas y los percutores esas anchas paredes, respondían con gestos de “¿qué mirás?”
Los que más saben del tema dicen que ahí se va a levantar un edificio. Sería otro que llega a opacar el paisaje que nos van robando con los años, esas casonas antiguas y simbólicas de familias tradicionales.
Estamos ante un caso más que implica perder el privilegio de seguir siendo una ciudad de “casas bajas”. Pero más grave aún es la inexistencia de un criterio urbanístico y la debida prevención de los servicios, saber cómo afectará a los vecinos en redes cloacales y agua corriente, algo que a los inversores desconocidos poco les importa.
Además, “le dan maza” y después clausuran la obra. ¿Cómo se explica? O se explica, como siempre, con un guiño de ojos.
La “piqueta del progreso” es inevitable en algunos casos. Pero a la demolición de estructuras emblemáticas no le asiste calificativo que amortigüe el impacto.
Si el justificativo es que la Ordenanza 4139 lo permite deberían ponerse a trabajar de una vez por todas para tener una nueva normativa, porque la existente data de 1987. Sí, tiene 37 años de antigüedad y fue pensada para el 2000.
Y nada de promesas con la San Pedro 2050 que se anunció en campaña. Existen numerosas universidades para establecer un convenio con especialistas que pueden ayudan a pensar y diseñar un San Pedro más sensato.
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