Entre las flores a las que nunca se les ha hecho verdadera justicia se encuentra el crisantemo.
Sus más de 30 especies presentan inflorescencias muy diversas: desde las de tipo pompón hasta las multifloras conocidas como montoneras o San Vicente.
En China se cultiva desde el 1500 antes de Cristo y en Japón es una flor nacional.
Además del uso decorativo en arreglos florales y como planta de jardín, los crisantemos tienen diversas aplicaciones, como el té que se obtiene de flores blancas o amarillas, o las ensaladas que se preparan con las hojas hervidas del Chrysanthemum coronarium.
Un crisantemo en particular nos brinda una gran herramienta en nuestra lucha contra los insectos. Se trata del piretro.
Sus propiedades insecticidas se describieron en Asia hace 2500 años. El polvo obtenido luego de moler las flores se conocía como Polvo de Persia y se usaba para matar garrapatas, pulgas y mosquitos.
Las piretrinas atacan el sistema nervioso de todos los insectos, pero son muy seguros porque no afectan al hombre ni a los animales de sangre caliente, y se degradan en 24 horas por contacto con el aire y la luz.
Hasta la década de 1920 no hubo plantaciones masivas de crisantemo para su uso insecticida, y actualmente ya casi no se lo cultiva con este objetivo porque los laboratorios desarrollaron piretrinas artificiales o piretroides.
Aunque en muchísimos países el crisantemo se relacione con la alegría, o para el Feng- shui sus flores sean ideales para atraer la risa a un hogar; en España siempre fue asociado a las festividades católicas de Todos los Difuntos, pues florece hacia fines de octubre, siendo la flor más utilizada en los ramos fúnebres. Este uso lo recibimos con nuestra herencia hispánica: “Siete crisantemos en el cementerio”, canta Joaquín Sabina.