La gratitud nos conduce a la felicidad. Por gratitud hoy escribo, probablemente sea además una ayuda para elaborar el duelo.
Los años pasados juntos no son en vano. El amor, con la muerte, se hace más íntimo.
Gracias. Sí, gracias a Dios y a la vida por el tiempo que nos permitió convivir con Lito Martínez.
Lito, como tantas veces lo habrá hecho, desde una esquina sampedrina se me apareció a la hora menos pensada y me introdujo en el mundo del ciclismo. Digo mundo: porque para Lito y sus amigos no se limitaba a la zona o al Panorámico del Oeste.
Lo más valioso trascendió lo deportivo, fue la amistad, la alegría espontánea y las inquietudes solidarias. Los seres que se aman no se separan del todo. Uno eterniza al otro con el amor y lo defiende contra la destrucción y el olvido.
Siempre hay un tiempo de cosecha. Posiblemente ahora sea el momento en el que amigos y alumnos de Lito demos los frutos con esperanza y responsabilidad. Muchos guardamos muy diversos vínculos y recuerdos de su persona. Pensemos en su sencillez y grandeza siendo agradecidos. Un gracias muy grande a la Familia de Mary y Roberto Acevedo y en ellos a muchísimos otros que comprenden, buscan y apuestan a un mundo que no es superfluo ni competitivo.
El amor, con la muerte se hace más íntimo.
Gracias Lito por darnos a entender el valor de la fuerza, de la amistad, del trabajo y la solidaridad…
Javier Fortunato
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