El sábado pasado, en el campeonato interno del club Náutico fue suspendido el partido que disputaban los equipos “El bala perdida” y “El Apache”. El cotejo estaba caldeado y las patadas comenzaron a volar. Tanto, que los insultos y las advertencias se tornaron recurrentes entre los protagonistas.
El árbitro tomó la decisión de suspender el encuentro antes de que pasara a mayores, sobre todo cuando un joven que lleva el mismo apellido que un conocido corredor de autos se trenzó en disputa con un concejal que suele abogar por el diálogo y el consenso, latiguillos que usó además como parte de su campaña electoral.
Aun suspendido el partido, los gritos y empujones no cesaron. Al edil en cuestión se lo pudo ver enardecido. Si no fuera por sus compañeros de equipo, quizás este relato no sería un comentario al pasar sino la noticia de una actitud descabellada que un profesional de la política no debería tener.
La mansedumbre suele ser buena consejera y no perder los estribos es cualidad destacable en un político, en un jugador de fútbol y en cualquier ciudadano.