Hoy lloramos Alfredo, mi marido, mi amor, mi compañero. Es increíble de un minuto a otro cómo puede cambiarnos la vida cuando los seres que tanto amamos sufren estos accidentes.

A Alfredo lo chocaron en la esquina de casa cuando cruzaba por calle Las Provincias en calle Saavedra, donde diariamente veo cómo pasan las motos haciendo picadas, o corriendo carreras, esquivando la loma de burro que le falta tramos de los costados.

Él solo iba hasta la casa de su hijo y volvía, porque íbamos a cenar ñoquis, que tanto le gustaban. Había trabajado todo el día y se merecía una buena cena, pero no volvió, por los que no piensan en su idiotez.

Por jugar carreras me lo mataron. Está bien, mi marido iba sin el casco que tantas veces le decía que tenía que usarlo, pero volvía enseguida.

Espero que la Justicia actúe e investigue, y hagan algo, y el que le gusta correr carreras y hacer picadas piensen el daño irreparable que hacen. Porque después no hay después, solo el dolor de no poder tener más a nuestros seres queridos.