Estela Montes: mujer, madre, abuela, locutora y ciudadana ilustre de San Pedro
El Martín Fierro 2018 que ganó por su labor en el programa “Debo Decir”, de Luis Novaresio, marcó otro hito para la sampedrina que cautiva con su voz a todas las generaciones. Nacida en la cuna de los locutores de raza de la radio de Jacobo Levín, fue distinguida en el Concejo Deliberante como Ciudadana Ilustre. Un video con saludos, la medalla y un diploma con el aplauso de sus vecinos fue el mejor homenaje para esa comprometida trayectoria “modulada” y “modelada” por la humildad.
“Estelita”, como si el diminutivo hiciese honra a la medida de su corta estatura, es la niña que llegó a los parlantes de APA, la de esa familia de radiodifusores que emprendieron su epopeya en 1922 con una propaladora en las calles del pueblo.
Desde ese lugar, y con esfuerzo, el tren le permitió a Estela Montes empezar cada madrugada un viaje hacia esa escuela a la que sólo ingresaban los seleccionados como Lalo Mir, su compañero de vagón y “vagancia”, o Fernando Bravo, que había comenzado antes. Horacio Benseny, Quique Matavós, Daniel Santachita, sus otros colegas de la ciudad que trascendieron la frontera.
Había pasado apenas la adolescencia cuando se atrevió a desafiar el destino y los recursos económicos escasos para egresar del ISER y buscar la primera oportunidad de su carrera. El Instituto Superior de Enseñanza de Radiodifusión la vio destacarse en un mundo que sólo dominaban las artistas de cartel como Rina Morán o Betty Elizalde.
Hasta esas leyendas pudo llegar con su voz sin estridencias y amoldada a las más modernas propuestas de la audiencia nocturna. Era el nacimiento de una nueva era y horario para las radios AM, el tiempo de la música seleccionada y los discos de vinilo.
El desembarco en Radio del Plata de Modart en la Noche y su sucesor “Imagínate”, con Juan Alberto Badía como conductor y la sampedrina como acompañante. El auspicio de zapatillas Flecha también fue simbólico entre los trajes de etiqueta y el calzado informal.
La voz dulce y seductora era más impertinente en esos tiempos en los que el terror calló voces, cerró programas y listó hasta los temas que se podían escuchar. Corría 1977 y Estelita volvía al pueblo para los desfiles de modelos o bailes de egresados. La fama no era un cuento, porque hacía falta mucho mérito y sacrificio para trascender o permanecer en el firmamento de esas estrellas cuyo registro aún no se dirimía en televisión.
Cada década encontró a Estela como entrañable compañera de otras figuras, lejos de las vanidades y sostén de intensas producciones que la citaban cada vez que se atrevía a jugar con algunas imitaciones memorables como las de Gabriela Sabatini o Graciela Borges.
Lee, pausa, respira y modula como nadie. Vende las marcas que le han confiado su publicidad con eficacia. Modela el tono de las noticias, irrumpe siempre oportuna y respetuosa; a veces, demasiado respetuosa de equipos que no la valoraron lo suficiente.
En la mesa de los grandes programas, Estela se destaca por no destacarse ni opacar a nadie, pese a que es de las pocas que quedan capaces de leer con puntuación y parpadeo incluido; eso que en la clase de lectura se llamaba “interpretar el texto”.
Es dueña de otra estatuilla, la que ganó en coincidencia con otros copoblanos como la mejor locutora del país para APTRA y por su labor en Radio 10, cuando participaba de la primera mañana que conducía Daniel Hadad y de la segunda de Oscar González Oro, liderando todas las mediciones.
Claro que en su colección están Santo Biasatti, Chiche Gelblung, Juan Carlos Mareco y Juan Alberto Mateyko, por sólo citar algunos. De todos modos, nada es más precioso para Estela que haber participado del Día del Locutor que en 1987 organizó APA con “sus alumnos destacados” y en presencia de Bocha Bennazar, Héctor Levín y José Agustín “Pepe” Benseny para enmarcar su constante relación con sus raíces.
Ese día explotaron los teléfonos de mensajes cariñosos para Estela, la vecina que no se olvida de sus compañeras de colegio ni de su familia. Ahora que es abuela, rota su tiempo entre todos y no escatima escenario para su hijo, el cantante de tangos al que tiene el honor de presentar en cada entrevista que concede.
Estela Montes recibió en San Pedro un diploma, una medalla y el texto del decreto en el que se la destaca como ciudadana ilustre, un mérito que sólo los privilegiados obtuvieron. Estuvo en el estrado del Salón Dorado con el intendente, Cecilio Salazar, y la presidenta del Concejo Deliberante, Mónica Otero, y fue aplaudida más de una vez en un recinto que también festejó los saludos que plasmaron sus conocidos en un video, entre ellos Novaresio y Mateyko.
No faltaron los momentos emotivos ni sus familias y grupos de amigas que le hicieron regalos varios al igual que su hijo, quien cantó para todos los presentes en un espacio que quedó chico para la inmensidad que es “Estelita”, quien cerró el evento con algunas de sus grandes imitaciones.