En las últimas décadas, a partir de diferentes transformaciones en la medida en que el Estado disminuía y direccionaba sus funciones, restando credibilidad y confianza en áreas que eran de su responsabilidad, la sociedad fue desplazando la función de supervivencia y crecimiento hacia los valores de la cultura. Entendiendo a esta como “la dimensión que se comparte: apunta a la sociabilidad, a reconocer (se) en valores y aspiraciones, a un sistema de creencias y saberes y a gustos que saborean otros miembros de la comunidad”.
En este contexto mediante diferentes estrategias, se trata de capitalizar la capacidad creativa de la población, y las industrias culturales se vuelven el ámbito de mayor expansión en la economía de la cultura, movilizando una gran cantidad de inversiones, generando una mayor cantidad de empleos e incidiendo decisivamente en la información y entretenimiento masivos.
Es por esto que aparece una gran influencia cultural en la economía como así también una influencia por parte de las industrias y grandes empresas sobre los comportamientos, los modos de pensar y sentir de los individuos en una sociedad.
Así la cultura aparece como un espectáculo pero también como un lugar en donde se hacen negocios, en donde lo mediático se hace muy visible e imprescindible para lograr que dicho fenómeno trascienda llegando a la subjetividad de cada espectador, logrando un impacto en los modos de pensar, de sentir, de vestir, de comportarse, es decir involucrando experiencias que hacen al gusto, a las imágenes o a los sonidos particulares.
Todo lo dicho hasta aquí remite al logro de un consumo masivo de elementos que no son nada más y nada menos que más de lo mismo, es decir una repetición de cosas que funcionan económicamente a las grandes empresas para promocionar y producir a gran escala sus productos utilizando la cultura como dispositivo para lograrlo.
Por lo tanto los medios masivos de comunicación y las grandes corporaciones juegan un papel primordial a través de lo que algunos autores tienden a considerar como una “polución simbólica”, en donde aparece un continuo bombardeo de imágenes, estereotipos, sonidos hasta llegar a la saturación de los individuos.
Estamos inmersos en la lógica del éxito, de los hits, en donde la edición musical, las artesanías, el cine, la televisión y demás prácticas culturales conforman una diversidad creativa que aparece en los supuestos como un cambio continuo pero que, contrariamente las posibilidades de producir o de invertir en algo diferente está fuertemente cuestionado porque la innovación o la creatividad de la cual se habla no existe.
Florencia Ferro
Técnica en Minoridad y Familia. MP 13357
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