Calle Pellegrini se vistió de fiesta los pasados 27 y 28 de julio y el centro sampedrino explotó de alegría. La tercera edición de la “Fiesta de la Naranja de Ombligo” trajo variedad de productos regionales, música, comidas típicas, artesanías, parrilladas y cervezas artesanales que pudieron ser disfrutadas por amigos, parejas y familias enteras.
El evento fue una bomba. Por un lado tenemos a una comunidad unida por el festejo del producto más conocido de San Pedro y, por otro, un shock de energía comercial en los locales de la zona céntrica, cosa que no sucedió en ocasiones anteriores.
Ahora bien, en materia urbanística, puedo identificar al menos dos sucesos de gran relevancia producto de la ubicación del evento. Como dije antes: el aumento de la actividad comercial y por otro lado, el caos en el tránsito.
Estructura de circulación y conectividad
Para crear una propuesta urbana atractiva y revitalizadora, es necesario establecer y considerar las necesidades e intereses no sólo de los que se busca atender, sino también de aquellos que atienden.
Identifiquemos cómo esta oferta comercial periférica no obstaculizó la actividad de los comercios céntricos (como si lo ha hecho en otras ocasiones cuando el evento tomó lugar en calles más cercanas a estos) sino que, una vez visitada la fiesta, las participantes siguieron su recorrido por el centro como si fuese todo un gran paseo.
Un evento que reúne a una cantidad significativa de visitantes, un área de bares y comercios varios, un área de feria con eventos y finalmente un remate alivianador de miradores al Paraná. Esto tampoco hubiese sucedido si la celebración hubiera tenido lugar en una zona más alejada, como por ejemplo, el Paseo de Público. En este caso y a mi parecer, nos hubiésemos encontrado con una fiesta de poca concurrencia y reducida a un espacio incapaz de potenciar otras áreas de la ciudad.
Es evidente el vínculo que existe entre un evento que revitaliza el esquema urbano y la actividad comercial y, por lo tanto, la importancia que tiene en la economía de nuestra ciudad. Si bien dudo que haya sido planificado a esta escala, son este tipo de estrategias las que evitan conflictos con los comerciantes y promocionan exitosamente a San Pedro como una ciudad turística, además de brindarle al local una excusa más para disfrutar de su ciudad.
Ahora bien, la problemática de la estructura vial no es novedad, tampoco es necesario hacer un evento para que el tránsito y la movilidad en San Pedro colapsen, pasa cualquier día hábil de la semana en las horas pico. Es necesario producir un reacondicionamiento de la estructura vial y una reordenamiento del transporte jerarquizando el sistema de centro y subcentros con la urgente necesidad de control del tránsito.
Las experiencias que se viven en estos distintos escenarios demandan respuestas diferentes. ¿Pero cómo hacemos para que convivan situaciones tan opuestas sin ser transformadas en su forma y su materia? Sí queda claro que deberíamos otorgar prioridades a los desplazamientos peatonales y generar una disminución de los traslados en automotores privados de los cuales se saben los efectos nocivos sobre el ambiente y la seguridad vial.
¿Será que todavía no nos damos cuenta del potencial que tiene San Pedro como ciudad? Será que la ciudad sólo está organizada y zonificada en oficinas inmobiliarias o capitales privados? Es hora de empezar a plantear nuevos paradigmas, donde San Pedro ofrezca todo su potencial y brinde nuevas oportunidades de hábitat a sus ciudadanos y se muestre como un lugar de futuras inversiones que la ayuden, junto con una gestión eficaz, a crecer saludablemente.