La reflexión de Poli Rosales: "No podemos sucumbir ante las postales de una sociedad que perece en su propio dolor"
El docente y militante del MTE compartió en sus redes sociales un escrito en el que se pronuncia respecto de la actualidad de la sociedad, el descontrol, el abandono escolar y las difíciles situaciones a las que se enfrentan a diario los jóvenes.
Gente rota
Por Patricio “Poli” Rosales*
En la inmediatez e intensidad de los hechos, la reflexión no tiene lugar. Pero no podemos sucumbir ante las postales de una sociedad que perece en su propio dolor.
La ciudad, como síntoma de una dolencia mayor, nos muestra diariamente, un escenario de gente rota que ha rifado toda pretensión de futuro, o peor aún, espera, ilusoriamente, un presente exitoso tan inmediato como efímero (cuando no imposible).
Lo planteamos hace largos meses ya: el disciplinamiento de las organizaciones sociales tuvo un éxito en la 9 de julio, así como un fuerte desamparado en comunidades donde las referencias al menos, se disputaban: entre el “buen vivir” y el “mal vivir”.
Escuelas, organizaciones, clubes, iglesias, espacios sociocomunitarios, tienen muchas menos herramientas para disputar sentido en los corazones de nuestros pibes contra el delito, la portación de armas, el abandono escolar, las frecuentes riñas, el maltrato, las drogas, el alcohol, la fisura, el descontrol.
La macro que se regodea de la baja inflacionaria y, por ende, números de pobreza que descienden, conviven con microclimas de violencia aportados por la pobreza estructural heredera de todos los gobiernos, y que pareciera que hoy encuentra un momento de fermentación donde los lazos ciudadanos y comunitarios se ven derrotados ante la descomposición social.
El experimento liberal-libertario promueve disvalores que solo profundizan este deterioro social: hay menos guita y menos códigos. Hay menos respuestas estatales y mas anomia.
Un espacio público que se achica, se contrae por miedo a sufrir violencia urbana, una ciudad que es un gran hermano donde distintos grupos salen a hacer daño y las grandes mayorías lo consumen a través de las cámaras, y se frustran y se indignan y con razón.
En algunas escuelas, la caja de resonancia nos habla de pibes a la deriva, sin estímulo para encarar un proyecto de vida. En las crónicas de los diarios, los choques viales son la materialización de ese andar fuerte, al límite y sin rumbo.
Todas las semanas un alias se publica para financiar alguna prótesis que le devuelva algo de calidad de vida a jóvenes estrellados, o peor aún, el deceso de un ser querido.
Pero también están los enfrentamientos en territorios de no-convivencia. Conflictos que se estiran en el tiempo y arman a la gente en un mercado ilegal del fuego que cuesta disimular su complicidad institucional. Una justicia amurallada en su lógica de casta que es incapaz de hacer algo por la sociedad.
En las calles, un mar de gente rota y dentro de las casas, familias que implosionan y se deterioran por las penumbras del exterior. En los sectores populares, las plataformas de casinos reemplazan las changas, en los sectores medios, el trading berreta que muchas veces resulta experimento de estafa piramidal.
Una ciudad que se bancó estar en una de ellas, que promovió a sus lideres al punto de convertirlos en héroes, que decidió usar las salas de profes, los asados con amigos, las fábricas y los grupos familiares, para probar suerte sin pensar demasiado, como metáfora vial, cruzando todas las esquinas sin freno hasta chocarla. Y los héroes fueron villanos y la sensación de un futuro lleno de guita que se desvaneció.
Como dice el periodista Liotti, “mas cerca de la anomia que de la rebelión”, la geografía social pinta una ciudad impotente. Por eso hay que celebrar cuando la gente se moviliza para exigir justicia, para defender sus derechos, para exigir más y mejor seguridad, para responder los dichos oscurantistas del presidente, etc.
Recuperar las calles, los ámbitos de sociabilidad, de debate público, del cara a cara, de poner los problemas reales arriba de la mesa. Siempre es mejor un pueblo movilizado a un pueblo quieto consumiendo violencias puertas adentro, pero la movilización a veces es el temor de la dirigencia y el oportunismo de los opositores.
Frente a la desintegración social que propone el gobierno nacional, hay que construir una red inmensa, lo mas grande posible, lo mas genuina y creativa posible para que el “buen vivir” le gane al “mal vivir”, para que la pretensión de futuro sea un estímulo de los jóvenes y un valor supremo a todo aquel que quiera participar de la disputa política.
*Patricio Rosales es docente, activo militante del MTE y uno de los referentes del espacio La Colmenita, ubicado en el barrio La Tosquera.
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