Hubo en el Club Náutico San Pedro un hecho que nos revela el estado de desinterés de los jóvenes por los reales e importantes problemas que agitan a la sociedad en que conviven e incluso a la propia entidad de la que forman parte y a la que asisten asiduamente. Ocurrió que un asociado golpeó violentamente a otro en una contienda deportiva interna lesionándolo gravemente. La Comisión Directiva se debate entre la expulsión y la suspensión del agresor. Concluye suspendiéndolo por un período de dos años. Los amigos y parientes del sancionado en número inusual de asistentes a reuniones asamblearias, acuden a la primera asamblea a cuestionar la sanción pidiendo su anulación. En la asamblea hay empate y decide el Presidente del Club por el mantenimiento de la sanción. El asociado sancionado acude a la justicia en pos de la nulidad de la sanción. Se expide la Cámara Civil y Comercial de San Nicolás y dice que la sanción no ha violado los estatutos ni norma legal alguna, pero que el desempate de la asamblea por el Presidente ha sido un error porque se está expidiendo sobre su propia gestión y obliga a la entidad a realizar una nueva asamblea. Se realiza la nueva asamblea y otra vez con una concurrencia inusual de asociados asistentes. Otra vez su gran mayoría compuesta de jóvenes amigos del agresor que acudían al solo efecto de obtener la nulidad de la sanción. Finalmente se llega a una solución conciliada y se da al sancionado por cumplida la pena, quedando tácitamente reconocido que la sanción había sido legítimamente impuesta y que la Comisión Directiva tenía facultades para hacerlo interpretando debidamente los Estatutos de la entidad. Pero en simultáneo ocurrió que estos jóvenes protestantes que solamente buscaban salvar al amigo agresor, pudieron por vez primera ver lo que es y como funciona una asamblea de una institución deportiva y en sus participaciones de debate se vieron desbordados ante los innumerables problemas que debe afrontar una Comisión Directiva. Tomaron conciencia de que dirigir una entidad de la importancia del Club Náutico dista de ser una tarea sencilla. Incluso uno de los asambleístas les enrostró ácidamente que en toda su vida societaria sólo habían acudido a dos asambleas y para salvar a un amigo que había agredido a otro y que por ello intervenían en los otros debates haciendo gala de una ignorancia absoluta sobre los temas que se trataban. Y creo que ello es cierto y que esos jóvenes flamantes asistentes a dos asambleas por una cuestión irrelevante a los destinos del club, deberían meditar sobre la importancia que reviste interesarse sobre los problemas del club, más allá de las peleas entre asociados, para así debatir y resolver los acuciantes problemas de la institución a la que pertenecen, y también deberían participar en otros problemas comunes a la sociedad en que viven y sin necesidad de que medie una trompada convocante.
Un socio del Náutico San Pedro
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