Los hermanos “Macana”
La Justicia Federal allanó la semana pasada varios domicilios vinculados a investigaciones por evasión tributaria. Como siempre, ofendidos, el mayor de los hermanos Macana recurrió al argumento que esgrime sobre el yunque que sirvió de base al trabajo de sus abuelos, sin obtener más resultados que la satisfacción de burlar al fisco. Una carrera que corre desde que el descalabro económico justificó sus procederes.
Como bien dicen en el pueblo, primero fueron por los nombres de las empresas, luego por la familia, después con los de los amigos y por último con lo que se pueda para seguir solventando “la carrera” con el auto de ruedas de piedra que nunca alcanza a ver la bandera a cuadros.
Esta historia se sabe, se conoce y se perdona. Después de todo, no hay necesidad de evaluar conductas que por mucho practicadas puedan despertar pasión por aferrarse al volante y volcar en una recta.
El archivo periodístico contiene muchas de las aventuras de los hermanos Macana. Las páginas deportivas, sociales, policiales, judiciales y fotos de vidriera, los recibieron siempre con alguna novedad.
Desde el cruce de la laguna con un rodado a bordo de neumáticos a la fabricación de billetes para alimentar la devaluación y quiebra del Club del Trueque; de la invención de métodos revolucionarios dignos de distinciones internacionales con bonos de carbono, pasando por apropiación de patentes de combustible, el borrado de grafittis en los trenes, sumadas al registro de firmas cuyo única producción es la de facturas, todo está en un listado que por separado pasa desapercibido pero que acumulado no se corrige con volantazos ni rebajes en un circuito tan pero tan estrecho como el de un pueblo como San Pedro.
Son ellos, los hermanos Macana, los que despiertan el ingenio periódicamente. La Justicia nunca aceleró lo suficiente, a lo sumo los mandó a boxes para un recambio y los devolvió a la competencia con alguna tuerca menos.
Cada vez que alguien se atreve a poner en duda la legitimidad del podio, se enfadan, se enojan y hasta menoscaban la capacidad de aquellos que no se suman al festejo con rocío de champagne. Son pocos los que se atreven a encontrar las bolillas de naftalina en el tanque o la adulteración del motor.
Para los “hermanos Macana” no hubo, hay ni habrá carreras imposibles. Siempre encuentran refugio profesional para hacerse de nuevos socios para la escudería.
El vértigo y la velocidad son la razón de ser de esta familia que, aun cuando intenta escapar, abolla carrocerías propias y ajenas.
Los hermanos Macana merodean también al poder político, los negocios del Estado en cualquiera de sus formas.
La victoria es tan traicionera como el poder. Emborracha, confunde y golpea muchas veces en la parte más sensible.
Quien a esta altura deduce que en “Los autos locos” los hermanos Macana se agreden a garrotazos para ver la bandera a cuadros, pueden también saber cuántos émulos tienen en la actualidad y, como vecinos, saben que la vida y la tranquilidad no pagan el Impuesto al Valor Agregado.
Las empresas, sí.
Penélope Glamour también.