Acaso el sentimiento más profundo que pueda sentir un ser ya anciano sea el regresar por los caminos de sus recuerdos hacía el dichoso tiempo en que su madre vivía, y que por ella se sentía amado y protegido. Pero la vida pasó… Los ciclos se cumplieron…
La madre hace mucho que partió definitivamente, pero en la melancolía que suele acompañar a la vejez, allí cuando se queda solo con sus nostalgias, le renace, viva y espléndida… La madre…
Allí está, como si nunca se hubiera ido… Se le aparece nítida su imagen, ocupando todo el ámbito que puedan abarcar sus ojos, que “ven “cuando los órganos visuales ya no quieren, ni pueden ver…
Esa imagen llega, y el viejo cree estar en el limbo. Solo ese recuerdo que “ve” intuye y hasta cree que oye aquella voz tan lejana, muda desde hace tanto tiempo, llamándole, nombrándolo…
Y ese bálsamo será, quizás, el último placer verdadero que encontrará en el instante de dejar él también este mundo…
Que le ha llegado el instante de dejar él también este mundo…
Que le ha llegado el instante de devolver esa vida que usufructuó, prestada, durante tanto tiempo.
Miguel Blas Cermelli – DNI 11 570 196
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