¡Ya estas viejo…viejo!
Que quedó de aquel “jaileife” que allá en los bailes “roncaba”. Que donde entraba arrasaba con las “minas” y las pibas. Dónde quedó aquella “pinta” que los “machos” envidiaban, porque allí donde llegabas, como dibujados en tinta para las “hembras” quedaban pues no le daban bolilla, y sentados en las sillas del bufete se aguantaban. Hoy ya no pones el broche a toda “Reunión danzante”. Ya no bailás como antes y si ves bolear las tabas, se te ve caer la baba recordando aquellos días en que bailando venias y así bailando te ibas llegando la madrugada. Y nadie se imaginaba verte como estas ahora, tenes las tabas trabadas. Cuando te veo pasar por Belgrano y Alvarado, caminar como varado ocupando la vereda, tambaleando y la arboleda te guía como un frontón para que en algún “boleo” no te caigas del cordón. Tropezón tras tropezón y arrastrando los tamangos vas a gastarte los mangos de tu digna jubilación. Donde quedó el cajetilla vestido de maravilla con tu saquito cortito y tu pantalón bombilla los zapatos con tapitas que su sonar, desde lejos, anunciaban que venías. El sombrerito ladeado, pañuelo muy blanco al cuello, yo te recuerdo amargado porque pasó tanto tiempo desde que pasaba aquello. La vida llamó a degüello y así se llevó de a poco, aquellos, los años locos. Cuando llegaba la noche va al boliche o al café, alguno todavía se ve, aunque en él faltan los mozos su saco blanco y su moño, lleva en alto la bandeja con las bebidas pedidas por todos los de la mesa.
Cada uno su bebida sin errarle recibía, es que sabemos, tenía la memoria prodigiosa. Aunque todo no eran rosas al lidiar con los borrachos los sacaba aquel muchacho como chicharra, volando que protestaba chillando cuando salía por la puerta, pero si quedaba abierta volvía a entrar bamboleando.
Era en el Garito el sitio donde muchos te ganaban, porque eras cuando jugabas que “no dabas pie con bola”, y en una sentada sola te vaciaban los bolsillos. Ya lo dice el estribillo: “El que es bueno en amores no será buen en el juego”, y eso se comprueba luego cuando te veían salir, sin que se te mueva un pelo. Eso que yo recordaba sucedió hace muchos años. Hubo muchos desengaños como para hacer un libro. Pero de eso yo me libro seguro lo escribirá otro. Mis pensamientos, cual potros, se me dispersan corriendo y algunos voy alcanzando, y allí los dejo pastando por sí alguno los quisieran.
Habría de ser la postrera alabanza a lo pasado. Si alguno sea tan osado como para hacer de esto algo que fuera inmodesto, recuerden sin cortapisa, algo que era la divisa de aquella gran muchachada. Es no dejarla plantada esperando en una esquina después de un arduo trabajo que se le canse la mina. Aquí estoy.
M. Blas – DNI 4 660 293
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