En estos tiempos donde hablamos de una salud pública devastada, sin insumos, sin profesionales, sin autoridades que se hagan cargo de lo que se tendrían que hacer responsables, quiero contarles una bella experiencia vivida.
El 5 de diciembre de 2013 nació Milagros Giménez Corbelli, mi hija, con 3 kilos 260 gramos, por parto normal, a las 15.00, en la clínica San Pedro. Ella fue el fruto más puro del amor que una pareja pueda llegar a tener.
En esos nueve meses vividos, además de mucho miedo a esta nueva experiencia, ya que éramos dos primerizos (el papá y yo), nos hemos topado gracias a Dios con excelentes profesionales de la salud.
En principio, dudábamos si atendernos en nuestra ciudad, por todo lo conocido, pero nuestro corazón quería que nuestra hija sea sampedrina. Fuimos averiguando, charlando con personas que nos iban dando sus experiencias y sus opiniones.
Las ecografías fueron con Gabriela Malacalza, ella demostró no sólo su paciencia sino su gran dulzura, mostrándonos con alegría el cuerpito que día a día iba creciendo. Con Gabriela descubrí que, además de ser una gran médica, era una mamá que entendía nuestro entusiasmo, nuestras ansias en cada una de las ecografías que íbamos a ver a nuestra hijita. El curso pre parto fue con Susana Díaz. Ella sacó muchas de mis dudas, y con su potencial me capacitó para ese día tan importante que estaba por venir. A la hora de la llegada de Milagros, las manos de gran ayuda fueron de Eduardo Seren, anestesista que presenció mi parto, gran profesional que me supo tranquilizar y contener.
Dentro de todos los chequeos que hay en los nueve meses, uno de los últimos es un electro; éste fue hecho por Verónica Macagno. Vero es una de las médicas auténticas y sencillas. Qué lindo fue ver cómo una profesional de la Salud pone ante todo su sencillez, eso la hace especial. Por último, los más grandes agradecimientos se lo llevan dos médicas jóvenes con carisma y que no sólo demuestran que hacen con mucho amor su profesión sino que atienden con sus manos y sus corazones a cada paciente que tienen.
Mili, tiene la mejor pediatra (a nuestro entender): Francisca Urrutia. Su delicadeza y su mirada cuando revisa a mi hija me dan seguridad. En una nota de sugerencia ella se despide diciendo algo así: “Gracias por confiar en mí lo más grande y lindo que tienen, sus hijos”. Eso me parece que la describe, a la vez de no sólo recetas sino de abrazos y besos para nuestros pequeños. Y me despido sacándome el sombrero ante mi médica. No me alcanzan las palabras para agradecerle, la elegí porque toda mi vida la escuché a mi madre hablar de su papá (que me trajo al mundo a mí y a mis hermanos), siempre me hablo de sus diálogos y de cómo era ese médico.
Así que ahí fuimos junto a mi pareja a conocerla, a cada una de nuestras consultas que íbamos con muchas ansias para sacarnos nuestras dudas, ella nos contuvo, supo entendernos siempre. Gracias por haber compartido este camino de nueve meses que compartiste con los tres, por tu profesionalismo, tu energía única, tu gran sencillez, por cuidarnos y ser paciente durante todos esos meses, y principalmente durante esas horas de parto; además, porque tu cariño fue indispensable para que esos nueve meses hayan sido hermosos. ¡Gracias gracias, gracias! Infinitas, por haber hecho que este camino con dudas y nervios hayan sido amor puro. Todo te lo debemos a vos, Eugenia Vázquez.
Nuestro cariño para todos ustedes.
Emmanuel Gimenez.
Micaela Corbelli y Milagros
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