Hacía un tiempo no mucho le daba de comer a un perro negro, feo, aporreado, además hay otro que hace seis meses que duerme en la puerta de mi casa. El sábado pasado me llamó la atención que el negro no estaba esperando la comida, al mediodía pasé por una esquina, la de Pardo y estaba ahí, al sol, muerto, en la vereda. Así no, así no lo voy a permitir porque sé bien de dónde viene. Porque si dos o tres mafiosos se creen que son los hacedores de vida y pretenden manejar a su antojo las cosas, no lo voy a permitir.
El perro negro ladraba, era feo, pero nada les da derecho a haberlo matado. En un programa de radio con una conocida periodista se hicieron denuncias por maltrato a los animales. En una sociedad absurda que rinde culto a la belleza y rechaza la fealdad hay también gente que se anota con los perdedores; yo, por ejemplo, y leí en un reportaje a Mercedes Morán que decía “a mi me gusta la gente perdedora”; ella, una ganadora, y acá te digo Negro que yo te quise y que estoy muy triste por lo que hicieron con vos, ellos, los supremos hacedores de la vida. Hay una canción muy linda de un compositor francés, Charles Trenet, que dice “ay qué pena me dan los perritos de la calle que no tienen hogar”. A mi también. Además cuando yo era chica el Dr. Comolli, amigo de mi papá dijo: “Es sensible la niña”. Gracias vida, no me quites nunca la sensibilidad.
Juana Barbarito.
LC. 4.470.676
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