Parto violento: la historia de María del Carmen y los derechos del nacimiento y parto respetado
"Mi hijo nació en el baño del hospital", relata la mujer que pasadas casi tres décadas se compromete a insistir con la concientización sobre las consecuencias de la violencia obstétrica. "Nunca pedí nada, ni subsidio", aclaró en la conmovedora carta en la que revela de qué modo fueron violados sus derechos y los de su hijo.
María del Carmen o Marité, como la llaman, envió hace varias semanas su carta. La fecha no coincidía con la que cada año nos recuerda la necesidad de luchar contra todo tipo de violencia obstétrica, una herramienta que no todas las parturientas conocen como derecho y que en reiteradas oportunidades se viola porque no forma parte de la agenda de las problemáticas de género.
Este caso, ocurrido hace casi tres décadas puede tomarse como una postal repetida del maltrato que muchas mamás padecen cuando van a dar a luz y el personal sea del sector público o privado no está dispuesto a abrazar la llegada de un nuevo ser al mundo.
“Con todo el respeto. Soy una ciudadana, digamos, bueno si bien nos han pasado cosas está me marcó: mí hijo nació en el baño del hospital”, comienza el relato de quien por entonces era apenas una joven que llegaba para dar a luz a su segundo hijo.
No sabía que años más tarde, sería el 7 de junio el Día Mundial por los Derechos del Nacimiento y el Parto Respetado que refuerza también otra conquista femenina: la Semana del Parto Respetado que en 2023 se cumplió entre el 15 y el 21 de mayo.
“Ahí surgen unas series de cosas, soy agradecida”, dice María del Carmen porque “agradezco todo los días de mí vida por tener al hijo que Dios me dio”. Se refiere a un joven que ya tiene 26 años y fue diagnosticado de adulto con Trastorno del Espectro Autista.
La carta continúa y estremece “cómo fue el nacimiento de mí hijo? No se lo deseo a nadie; me costó descifrar pero al final comprendí: Violencia Obstétrica“. Fueron muchos años para elaborar el trauma que se generó en su vida y en la de su familia a raíz del escaso conocimiento que tenía de los derechos que la asisten como paciente.
“Nunca le hice juicio, ni denuncias a la partera y enfermera del hospital por esa Violencia Obstétrica porque solo me importaba la evolución de mí pequeño, pero esa emoción, dolor, injusticia, trauma duró mucho tiempo en mí. Sí he sufrido mucho”, relató en relación a las dos personas que la atendieron aquel día sin que nadie las interpele o sancione.
“Llantos, insomnios, el no hablar. Yo se que esto pasó, es pasado. Mí hijo fue siempre controlado con un pediatra genial. Por supuesto que desde el primer día lo acompañó pues mí hijo creció. Hoy tiene 26 años, padece TEA adulto”, completa en su misiva.
“Violencia de obstetricia: Fue la falta de profesionalismo de esas dos mujeres, esa falta de atención médica, el abandono de persona, la que me hizo levantar al baño para ver si tenía pérdida. Todo el trauma que pasé, la placenta fue otro parto, la caída de mí hijo contra el piso del hospital, el cordón umbilical. Mí otro hijo de casi 6 años en ese
entonces mirando esa postal de novela de dolor”, describe quien hoy se propone que nada de esto vuelva a ocurrir.
“Ese día lo consideré como furia. Sola, abandonada. Me quedé muda unos días, hablé poco; mí marido sin trabajo todos mirando la actuación. En esa época la habitación era compartida con mamis y sus bebés recién nacidos“, culmina en la descripción de aquella sala común en la que las mujeres compartían sus primeros días con sus bebés.
“Nunca pedí nada, ni un subsidio; hoy los dan por muchos motivos y uno los respeta”. Afronta como puede los tratamientos y trabaja de la mañana a la noche para sostenerse. Eso sí, concluye: “quisiera erradicar está Violencia Obstétrica”.

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