En una agricultura con agricultores, el origen de los asociativismos no es producto de la invención de legisladores, funcionarios ni profesionales. Los mismos aparecieron como estrategia solidaria y mancomunada para afrontar las dificultades propias de la vida y convivencia económica-social, rural y urbana, como justa y legitima reacción contra situaciones injustas y abusivas que debían enfrentar los primeros inmigrantes ante la imposición de –sólo un ejemplo- leoninos contratos rurales de arrendamientos, siembra y cosecha, aparcería, etcétera.
Tradicionalmente nuestra región expresó especial consideración a las características del campo como medio y forma de vida social de ese sector, así como su notable incidencia en los problemas de carácter demográfico, económico, técnico, social y de desarrollo humano duradero que tales características nos plantean, incidencia de la mayor trascendencia si tenemos en cuenta una propia y natural repercusión en el ámbito general, ya que resulta indudable que el campo es, además de la base geográfica imprescindible sobre la que se asientan los pequeños y medianos productores agrícolas de nuestro país, un recurso, un valor y “un actor” de profunda influencia en la organización económica, social y cultural de los mismos en tanto productores de bienes de merito, actos y hechos cooperativos propios de derechos ciudadanos rurales.
Problemas más importantes:
Además de la crisis que viene soportando la lechería, la ganadería, la fruticultura entre muchos otros en estos últimos quince meses, al empresario agrícola regional nunca le fue fácil acceder al crédito agrario ni a ninguna certeza (clima, costos, selección de semillas, empleo de los abonos más adecuados, combate de múltiples y diversas plagas que azotan los sembradíos, modernas técnicas de cultivo, nuevas maquinarias, escala, precios internacionales, rentabilidad, etc.), circunstancias que escapan a las metodologías agrícolas individuales, aisladas de las organizaciones cooperativas pertinentes para asumir con más probabilidades de certeza y/o éxito, estos problemas y problemática de la ruralidad.
En el orden humano, fuimos encontrando y superando -por tal carácter- los desafíos de mayor trascendencia que afectaban y afectan a las condiciones y calidad de vida de nuestra vasta región campesina.
En efecto, comparativamente, entre el sector agrícola en relación con los otros sectores de la producción, incidían e inciden diversos factores pudiendo poner de relieve algunos de los más importantes:
El singular modo laboral, los riesgos del trabajo y la producción son más duros y graves que los de la ciudad, propios de la industria, los servicios y la intermediación;
La insuficiencia de infraestructura, oportunidades y condiciones que tornan – comparativamente- poca atractiva la vida rural.
Los intermediarios parasitarios. Sí, esos que se quedan con la “enormes & obscenas” diferencias ente lo que percibe el productor (que todo lo invirtió: dignidad y tradición familiar, albedrío, capital, ardor, aplicación, paciencia, trabajo a destajo, ascuas, mansedumbre etc.; que corrió además y por cierto, con todos los riesgos: granizo, sequías, abigeato, caída de precios, competencias desleales, nefastas políticas agrarias, “súbitas, destempladas y extemporáneas retenciones inconstitucionales”, etc.) y, lo que finalmente pagamos “en góndola” nosotros, todos los consumidores; anomalía ésta de grave y activa preocupación actual de la FAO que, paradójicamente, la empezó a corregir en la Unión Europea implementando la presencia cooperativa en la inmensa cadena de intermediarios, exhibiendo ya brillantes resultados como lograr la recuperación para productores y consumidores de porcentajes de entre el 60 y el 80 por ciento -inicialmente, en productos con valor agregado local y regional relacionados con la vitivinicultura, la hortofruticultura y el aceite de oliva- que antes se llevaban extraños y ajenos a los esquemas productivos agrícolas encareciendo además, ilegitima y abusivamente los precios de nuestros “frutos y derivados del campo”.
De no lograr entre nosotros acciones similares a las de la FAO podremos entender mejor, explicar y predecir más “éxodos rurales” que frecuente y recurrentemente pauperizan más y más periferias de grandes metrópolis, éxodos que son verdaderas “estampidas de la desesperanza”.
Soluciones de dichos problemas a través de asociativismo:
Los problemas enunciados encontraron y pueden encontrar soluciones satisfactorias a través de genuinos y auténticos asociativismos Vg. cooperativas e integraciones agrarias como fórmula adecuada para superar la insuficiencia económica, técnica, social, etc. que se pueden verificar especialmente en ambientes territoriales como el nuestro que agrupa mayoritariamente, pequeños y medianos productores rurales hortofruticultores.
Efectivamente, y sólo en cuanto a la insuficiencia económica-financiera –u otras- del agricultor –aisladamente considerado–, no puede ofrecer la duda menor que los incentivos de la opción asociativa y la intercooperación favorecen y facilitan una mayor base personal –representada por la suma y multiplicación de los asociados rurales–, lo que supone tanto un incremento del capital de la empresa cooperativa como igual y proporcionalmente de la responsabilidad patrimonial de la misma, allanando así el camino para la obtención de créditos, semillas, abonos, funguicidas, modernas técnicas de cultivo, nuevas maquinarias e incluso hoy, asesoramiento profesional, información satelital de climatología, mercados, consorcios de exportación, etcéteras.
La noble y libre cooperación ha permitido también recuperar para los agricultores mejores mercados, al propugnar el perfeccionamiento para la elaboración y venta de sus productos primarios, garantizando su calidad “con alto valor agregado local”.
A modo de conclusión, han sido por tanto mujeres, hombres y jóvenes rurales los que, para vivir y convivir decorosamente, ante la imperiosa necesidad de defenderse y reposicionarse ante problemas y atropellos que cotidianamente les acosaban -y acosan-, crearon, expandieron y consolidaron los servicios y beneficios de estos asociativismos solidarios y de estas mancomunidades en nuestra región; solidaridades agrícolas que serán imprescindibles en la marcha y complementación de la nueva economía en general y en el de las economías regionales particulares como para retemplar los Desarrollos Rurales y Agriculturas Familiares.
Roberto F. Bertossi, Profesor universitario de grado y postgrados:
Universidad Nacional de Córdoba
Universidad Nacional del Litoral
Investigador del C.I.J. y S. – U.N.C.
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