Tenía una casa adjudicada, se la usurparon, pagó todas las cuotas, alquila y compró un lote en Nuestro Sueño
La historia de Ángela es insólita. Tiene en el Barrio San Francisco y la escrituraron quien los usurpadores. Ella y su pareja pagaron ahora 3000 dólares por un terreno con la ilusión de una de las 89 viviendas.
Ángela esperaba ansiosa las noticias sobre la continuidad de las obras que la Cooperativa Nuestro Sueño anunció junto a las autoridades municipales. Es una de las destinatarias de una casa en el predio que la organización compró para subdividir y ceder al estado nacional para la construcción de 89 viviendas con fondos del gobierno nacional.
Es una de las que junto a su pareja, pasó por una escribanía a firmar los papeles y duda que la empresa adjudicataria de las obras regrese al obrador. Esa obra que por decreto se adjudicó a la Cooperativa 8 de Diciembre pero que ejecuta el mismo personal, con los mismos materiales de las 84 viviendas de Depietri, también fue negociada por “el representante” Fabián Veneziano con “el mecanismo” de otras que se ejecutaron en otras localizaciones.
El decreto 1524 de 2021 es el que adjudicó a la cooperativa “8 de diciembre” tras haber competido contra ALFA.
Aunque el poder político nunca se sienta interpelado y el “no hay plata” pronunciado por el presidente Javier Milei le sea muy funcional a los que cobraron los fondos, certificaron avances e ilusionaron a muchas familias; conviene recordar que en el caso de Nuestro Sueño hay un trabajo previo que avala el sacrificio que hicieron decenas de familias para poder habitar su casa propia y dotarla de servicios desde el año 2009.
Todo fue muy bien hasta que la política partidaria hincó su garra, modificó aquella adjudicación, redeterminó precios y comenzó a recibir los anticipos que hoy empañan el horizonte de los vecinos que ahora deben decidir si continúan esperando, inician una demanda de restitución o acceden a ceder sus lotes a otros socios a cambio de la devolución de todo o una parte de los 3000 dólares que ya pagaron. Ese es el caso de los 30 ubicados en los terrenos de calle Independencia y de los que en otras manzanas del barrio también aceptaron la edificación en sus terrenos.
Pero, claro, la historia de Angela es muy particular. En su caso, la frustración se multiplica y así lo recordó junto a Lilí Berardi el sábado en Sin Galera. Sus declaraciones le valieron varios reproches pero nadie sabe que la periodista y la mujer que ya fue víctima de una doble estafa se habían encontrado una mañana lluviosa de marzo para revisar documentación.
Ni los miembros del grupo de whapp de la cooperativa, ni los políticos, ni la empresa saben que esta inquilina que ya es una mujer adulta, hoy ni siquiera está en esa casa sino en la de uno de sus hijos porque también ese hogar donde recibió a la periodista se vendió y tuvo que mudarse.
Aquella mañana, Ángela no fue a trabajar, preparó el mate y sacó sus carpetas. Allí guardaba uno a uno los papeles de su casa en el Barrio San Francisco. Como todos recuerdan, eran tiempos electorales cuando el Intendente Mario Brabieri anunció que iniciaría acciones de desaolojo contra todos los que usurparon las viviendas de ese barrio. Estaban todas adjudicadas y “casi listas” para ser entregadas. Pese a que supo que su vivienda pasó de manos, Ángela llegaba cada mes a la Municipalidad a pagar su cuota.

Así es, pagó todas las cuotas de su casa hasta que saldó hasta el último peso. Ella había empezado en tiempos del Plan Familia Propietaria, su primer documento es de 1999. No solo no le rechazaban el pago sino que le sellaban los recibos en la Dirección de Rentas. Hubo no uno sino varios abogados que le prometían recuperar el dinero o la casa. Uno de ellos jamás le devolvió el expediente que siempre dijo estaba “en manos de la justicia”.
Aún así, ya resignada a tener sólo los papeles sellados y el testimonio de las decenas de funcionarios que le prometieron resolver su situación, con su pareja decidieron destinar sus ahorros a la posibilidad de un techo propio. Al igual que muchos lograron reunir los dólares que hacían falta para comprar de manera conjunta un terreno de buenas dimensiones para dar lugar a los 30 lotes para 30 de las 89 casas que el estado nacional financiaría a la Cooperativa Nuestro Sueño.

Cuando Ángela escuchó lo que sucedía con las 84 viviendas, vio quienes eran los de la empresa constructora, escuchó los mismos nombres de los responsables, observó los testimonios de los preadjudicatarios, vio las imágenes que desnudaron el faltante de cloacas, agua, techos, aberturas y recibió como respuesta que las obras se paraban a causa del cambio de gobierno supo que una vez más su suerte estaba signada por los engaños que la empresa constructora esparció en los más de 2000 millones de pesos que facturó en obras que curiosamente el estado local no le reclama.
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