Este cuento es para todos los pacientes de hemodiálisis, auque no los conozco, se los dedico.
La vecina
Estoy segura: esa vieja es una bruja, le dije a mis amigas mirando la casa de enfrente.
-¿Cómo podes decir eso, sino tienes pruebas? Me dijo una de ellas.
-No, no las tengo, pero ya las voy a tener.
Todas me miraron y preguntaron ¿Cómo que ya las vas a tener? ¿Qué vas a hacer?
-Ya verán, ya verán… y alejándome del grupo entré a mi casa.
Tenía que pensar cómo podía hacer para demostrarles a mis amigas que yo estaba segura que la vieja era una bruja. Ya se, me dije, y acercándome a la ventana me puse a mirar la casa de enfrente.
Había pasado media hora cuando veo a la vieja salir.
Corriendo, llegué a la vereda y me senté en el cordón.
La vieja cruzó la calle, se acercó mirándome y diciendo “¡Ajá!, siguió caminando, doblando en la esquina.
Cuando ya no estaba a la vista, me paré, salté el tapial de su patio y del otro lado una cantidad de gatos me seguía.
Caminé tratando de encontrar algún lugar para poder entrar a la casa. Anduve dando vueltas hasta que encontré una pequeña ventana abierta y entré como pude.
Adentro estaba muy oscuro, apenas se veía con la poca luz que entraba por la ventana.
La habitación en la que me había metido tenía una cama en el piso. junto a la misma pequeñas estatuillas con extrañas figuras, fotos de personas, vasos con agua y otros objetos extraños. No cabía duda, la vieja es una bruja.
Llevaré algo para mostrarles a mis amigas, que estuve en su casa y que yo tenía razón “era una bruja”
Tomé una de las extrañas estatuillas, me la puse en el bolsillo del pantalón y seguí recorriendo la casa.
Hasta que llegué a la cocina, donde había botellas con líquidos de diversos colores, frascos con extraños renacuajos. De pronto escuché un click, click, proveniente de la puerta de calle, era la vieja.
¡Dios mío! Me faltaba el aire, sentía los pasos acercándose a mí, opté por esconderme y desde allí observaba los movimientos de la vieja en la cocina, que parada enfrente de la mesada hacía movimientos como si preparara la comida.
Por momentos sentía que mi mamá me llamaba. Pensé en la posibilidad de salir corriendo pero el riesgo estaba en que podía tropezar, caer y ser alcanzada por la bruja.
Lo mejor era salir sin hacer ruidos, me paré y en puntillas comencé a caminar; la vieja tosió y casi me desmayo, por suerte pude contener el grito, seguí caminando hasta dar con la ventana por donde había entrado. Crucé el patio, salté el tapial, crucé la calle. Tenía pensado decirle a mi mamá que había estado en lo de un compañero copiando una tarea.
Entré a mi casa, y me llevé una gran sorpresa al entrar a la cocina y ver que yo, ya estaba con mi mamá.
-Iris, ¿por dónde andabas? Le preguntó a mi otro yo
Mamá, mamá, esta soy yo, ¿no me ves? Le pregunté desesperada. Pero no, mi mamá no me veía, ni me escuchaba.
Traté de tomarla del brazo pero mi mano y todo mi cuerpo parecían no tener materia.
Mami, por favor, ¿no puedes verme? Volví a preguntar.
Mi otro yo giró lentamente su cabeza, me miró y sonrió.
-Te estoy llamando hace rato dijo mi mamá.
– Y la otra respondió: estuve en la casa de un compañero, copiando una tarea.
Lo más extraño, era que estaba diciendo lo que yo tenía pensado decir.
-Bueno, dijo mi mamá, quédate acá, voy a servir la cena.
Salí corriendo, llorando desesperada y me senté en el cordón de la calle. Estuve llorando un buen rato, de pronto siento que alguien me toca el hombre, al darme vuelta veo a la vieja.
¡Dame eso! Dijo apuntando a mi bolsillo, metí la mano y ahí estaba la estatuilla con su extraña forma. Se la devolví temblando, la tomó y se alejó.
Al minuto apareció mi mamá diciéndome: ¡Iris, otra vez saliste, te dije que estaba por servir la cena!
¡Hay mami! Grité y corrí a abrazarla
-¿Qué te pasa, estas bien?
-Sí, sí, ¡muy bien!
Iris Velo
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