Cuentan que dos jóvenes sacerdotes franceses iban a visitar al Papa Juan Pablo II hace unos años y en la Plaza de San Pedro los paró un vagabundo y rotoso y les dijo: “¿Adónde van?” Cuando le dijeron que visitarían al Santo Padre les espetó: “Díganle al Papa que aquí hay un sacerdote renegado: yo, que no estoy de acuerdo con muchas políticas de la Iglesia”. Cuando llegaron y tuvieron la entrevista con el Pontífice y le contaron la anécdota éste les pidió que lo fueran a buscar. Así lo hicieron y, a pesar que ya no estaba en la plaza, después de mucho buscar lo encontraron y se lo llevaron frente al primado. Al verlo, Juan Pablo II se arrodilló y le dijo: “Padre, tú eres sacerdote, confiésame”…
Los jóvenes sacerdotes se retiraron y el vagabundo realizó ese sacramento que le pedía el superior, porque renegado y todo, su condición no la perdía.
Este relato viene a cuento a raíz de tantos problemas que debe enfrentar la Iglesia en estos días, problemas que tienen que ver con el “elemento humano” que la compone y que, muchas veces, no está a la altura de su misión en la tierra. En el siglo XIX, Gustave FLAUBERT aquel literato autor entre otras de “Madame Bovary” denunciaba la conducta de un fraile, de nombre CATULLE que había sido encontrado violando a niños de seis o siete años. Este pedófilo fue separado y condenado penalmente. ¿Les parece conocida la historia?
El otro día un obispo fue acusado de manosear a una joven mientras dormía en un micro de larga distancia. Obispo de la provincia de Santiago del Estero que había tenido la incuria de soportar hace un tiempo a otro obispo, denunciado como homosexual y ahora separado y alojado en algún lugar del mundo…
“Yo a mis sacerdotes siempre les digo que, por ahora, y como están dadas las cosas, deben decidir antes de ejercer: CRISTO O CRISTINA”, me dijo alguna vez Mamerto MENAPACE, a raíz de un interés mío sobre el tema de la supuesta castidad que debe ejercer un cura como condición “sine qua non” o votos perpetuos y que incluyen además pobreza y obediencia…
Hace muchos años atrás, en épocas de ACTUALIDAD de Enrique Delfor Gaido, y en ocasión de la instrumentación del Concilio Vaticano II publiqué una serie de notas que llamé “Primavera de Iglesias”, en homenaje a la importante renovación que se estaba instrumentando en ese momento, entre un millón de cosas y para nuestro interés inmediato, la Santa Misa debía a partir de ese momento ser dada en su idioma original, con el cura de frente o cara a cara con los fieles y no en latín y de espaldas como se hacía anteriormente.
Celebrábamos esas y otras decisiones muy importantes no solo en lo ritual sino en lo profundo del sistema, pero a su vez reclamábamos que se superara el estado de “adolescentes sociales”, como son los curas que pueden hacer muchas cosas pero no pueden casarse o ejercer política, por ejemplo.
Un cura párroco, MOLINA, se dispuso a mediar en el penoso conflicto de LAS HERAS en la Patagonia y aún los más recalcitrantes izquierdistas actores lo aceptaron. Parece que le está yendo bastante bien. Como se ve un cura puede ser y adoptar conductas multifacéticas, no entiendo porque no se puede constituir una familia y aún, separarse si así le sucede la vida. Es mucho, infinitamente mejor esas circunstancias antes que los desvíos sexuales que les sucede con habitualidad y vemos día a día cada vez con mayor frecuencia…
por el Dr. Elvio Macchia