Hoy visité el museo de Fernando García Curten.
Al entrar allí, sentí la impresión de estar en una selva. Porque las plantas se enredaban en las paredes, y crecían gran cantidad de árboles. Además había en el suelo caminos de azulejos y piedra, que conducían al museo. El mismo dueño de éste nos llevó al lugar, ya que podríamos habernos perdido.
Nos explicó que poseía tres salas. Entrando a la primera noté que el ambiente era semi-oscuro, ya que quería dar la sensación de estar dentro de las obras. Se exponían algunas pinturas en blanco y negro que generalmente tenían relieve y figura humana, al igual que todas las esculturas. Hablando de éstas, estaban hechas mayormente con papel de diario, engrudo, madera, ropa vieja, alambre, metales y pintura. Podemos decir que representan estas la vileza, la viscosidad, y la torpeza humana con distintas formas.
Un ejemplo es el llamado “Ciclista de Hiroshima”. Seguramente representa a alguien quien intenta escapar de la bomba nuclear. Fue esta una de las que más me impresionó por la verdad de una realidad que posiblemente se vuelva a repetir: es la historia de las guerras… Parecía escapar de ésta para sobresalir en el ocaso hasta perderse en el universo por una tomentosa causa a la que nunca nadie comprenderá. Por eso va apurado como si volara sobre la gran explosión rumbo al paraíso. Al analizarla podría dar esta obra una sensación desgarradora pensando en la oscuridad y el sufrimiento de éste. A través de la obra el autor nos dice que debemos ser fuertes ante todo y evitar el desacuerdo. Por el contrario deberíamos ayudar a quienes no tienen en vez de invertir en tropas, así sus corazones lo agradecerán. Así fue la primera sala.
En la segunda sala pude observar varias de sus pinturas y unas pocas esculturas. La que más me gustó era una que tenía una parte del cráneo sin mandíbula inferior, ya que en su lugar se observaba una pierna. Esta obra alude al arrepentimiento que podríamos sufrir, o cómo nos vemos al hacer males. Para mi es muy significativa. Creo que tiene variadas pretensiones, pero en general podemos notar el desgarramiento de un alma mostrando que para pensarnos tanto, somos bastante pequeños.
La siguiente sala era muy iluminada: las paredes eran blancas y había varias ventanas.
El piso era de cerámica blanca. La visita a esta tercera sala fue corta pero linda. Era la más impresionante de todas, y se encontraban allí la mayoría de las obras. En una se alzaba un cristo tan alto, que simbolizaba el poder de Dios que está sobre todos nosotros. Eran tan real que pensé una oración. Luego divisé una rueda llena de figuras humanas esqueléticas. Al verla, me dí cuenta lo importante de la vida. Debemos apreciarla, es el regalo más grande del mundo. La rueda es la tierra y las personas la vida. Este planeta es el único y mejor del universo. No hay que buscar otro.
Al sentir estas palabras… ¡Tropecé! Y encontrandome con un rectángulo que tenía la cara y los brazos de Cristo clavados, entristecí. Pero al reconocerla con la vista: una mano con una tenaza intentaba sacárselos, a ellos, los clavos de la muerte.
Pero el trabajo que más me gustó, es “La Silla Vacía”. Allí se encontraban tres personas: la primera era un hombre semisentado en el aire; la segunda era otro gritando porque su tórax estaba abierto y en él una mano le pinchaba el corazón, mientras que sus órganos, caían a una bandeja. La tercera era un viejito sentado en una silla observando lo que pasaba y sobre sus rodillas esa bandeja… ¡Era Dios! El día fue hermoso. Me encantó. ¡Conocer la realidad!
Juan Cruz Bordoy
Se anuncia que se instalará una casilla rodante de la Dirección de Seguridad Vial con personal policial, como en Baradero. ¿No será volver para atrás? Los mayores o tal vez memoriosos no deben olvidarse del destacamento caminero situado en Ruta 191 y 9, que por el paso de la autopista, allá por el año 84’ u 85’ fue demolido. Ningún gobernante local de turno o provincial alzó la voz aunque sea para correrlo unos metros más hacia la ciudad. Terrenos había y hay de sobra. Los lugareños quedaron consternados por la destrucción era una seguridad para los viveristas y vecinos del lugar, como también hizo de soporte en la ciudad.
Hoy una casilla de lata vulnerable a un proyectil, un lugar donde en verano e invierno pasás momentos difíciles, un elemento logístico que se usa para el operativo sol o mientras se está construyendo algo firme, pero realmente esto es remendar la seguridad. Es el sacrificio vivo de un policía para tapar agujeros. No creo que un empleado provincial lo dejen en esas condiciones y no se queje. Claro, el policía no puede quejarse, debe cumplir, se debe a la sociedad, que suele marginarlo por errores de otros y cargar tintas cuando curren ilícitos cuyos delincuentes son exconvictos que salieron hace días o entran y salen pues la ley es así.
Una casilla no hace a la cosa, sólo es pantalla. En fin, aún no ha aparecido una política de seguridad seria y alguien que trate bien a un ciudadano –el policía–que pone en juego lo más preciado que le dio Dios: su vida, nuestra vida.
Adalberto R. León
Crio. Insp. R. A., 12484487